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Helga Montalvan

El Arte de Frank David Valdes



El arte de Frank David Valdés destaca por su manera de hacer y de insertarse con una visualidad distintiva en la pintura. Limpio, elegante, chillón. Obras frescas que se desentienden de la densidad conceptual y en medio de su “escándalo” visual, apunta a otros comportamientos que señalan una vocación intensamente estética desde el objeto más que desde la pintura. El color irrumpe y modela los planos bidimensionales con una exuberancia que en ocasiones dirige su tono hacia lo expresivo. Esta obra es vigorosa, seductora, egocéntrica, nihilista, moderna y a la vez introspectiva. Una introspección lúdica, plena de choteos, cinismos vitales y posturas irreverentes. Como dice el artista: “Todo el mundo sabe que hemos apostado todo el dinero que nos quedó en los bolsillos con el único p

ropósito de sentir lo que es correcto. Somos consecuentes con nuestros principios y regalamos a la Tierra un manifiesto imposible de memorizar.”


Hay un tono despreocupado y vitalista en todo sentido, que se expande en los otros modos de hacer en su obra, donde el collage es el medio de establecer conexiones de espíritu dadaísta con objetos y colores impresionistas que redefinen funciones para el objeto artístico con una funcionalidad vacía que apunta a una sinergia existencial con el instante mismo que transcurre. Con un aliento visual que recuerda a la obra de Ezequiel, posturas a lo Rimbaud, con fuertes débitos a la obra de Bukowski. Toda una estética donde lo disfuncional opera como materialidad estética, a modo de acontecimiento de la representación.


Francamente, no pongo la mano en la candela aseverando la presencia de una investigación concienzuda de la representación. Toda declaración se me antoja un silogismo, a veces existencial, a veces palpable en su urgente materialidad. Su hacer me parece más un fluir aleatorio de imágenes que se instauran como los poemas dadás. De cualquier manera, la respuesta estética funge como contracción visual. Tengo la fuerte impresió

n que disfruta de la experiencia del proceso mismo, de la fiesta creativa, de una vitalidad lúcida intensamente presente, que implica una sensorialidad específicamente táctil, palpable, física.



Hay en este sentido una fuerte voluntad de escape hacia el momento extático. Una instancia de presencia mantenida a un mismo nivel. En esta dirección, funge a favor de una temporalidad híper presente singularizada por su densidad material.


Además del color plano, estridente por momentos, bien puesto y nítido; destacan toda una gama de apropiaciones enfáticas de la escala urbana, de la grafía de las expresiones burdas y del grafiti, un desdibujo de raíz expresionista. Todo un arsenal que emparenta las visualidades actuales, en una voracidad que no distingue entre patrones y mitos que vienen sea lo mismo del arte, el teatro, el cine y la vida que transcurre. Es una de las maneras en que se desdibuja el precedente, lo diluye en una insistencia inmanente, y se instaura al presente desde un limbo con excedencias estéticas y grandes sorbos de dosis vitalista.



by Helga Montalván





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